Santa Teresa de Jesús
Vivo sin vivir en mí,
y de tal manera espero,
que muero porque no muero.
Vivo ya fuera de mí
después que muero de amor;
porque vivo en el Señor,
que me quiso para sí;
cuando el corazón le di
puse en él este letrero:
que muero porque no muero.
Esta divina prisión
del amor con que yo vivo
ha hecho a Dios mi cautivo,
y libre mi corazón;
y causa en mí tal pasión
ver a Dios mi prisionero,
que muero porque no muero.
¡Ay, qué larga es esta vida!
¡Qué duros estos destierros,
esta cárcel, estos hierros
en que el alma está metida!
Sólo esperar la salida
me causa dolor tan fiero,
que muero porque no muero.
¡Ay, qué vida tan amarga
do no se goza el Señor!
Porque si es dulce el amor,
no lo es la esperanza larga.
Quíteme Dios esta carga,
más pesada que el acero,
que muero porque no muero.
Sólo con la confianza
vivo de que he de morir,
porque muriendo, el vivir
me asegura mi esperanza.
Muerte do el vivir se alcanza,
no te tardes, que te espero,
que muero porque no muero.
Mira que el amor es fuerte,
vida, no me seas molesta;
mira que sólo te resta,
para ganarte, perderte.
Venga ya la dulce muerte,
el morir venga ligero,
que muero porque no muero.
Aquella vida de arriba
es la vida verdadera;
hasta que esta vida muera,
no se goza estando viva.
Muerte, no me seas esquiva;
viva muriendo primero,
que muero porque no muero.
Vida, ¿qué puedo yo darle
a mi Dios, que vive en mí,
si no es el perderte a ti
para mejor a Él gozarle?
Quiero muriendo alcanzarle,
pues tanto a mi Amado quiero,
que muero porque no muero.
Vuestra soy, para Vos nací, ¿Qué mandáis hacer de mí? Soberana Majestad, Eterna sabiduría, Bondad buena al alma mía; Dios, alteza, un ser, bondad, La gran vileza mirad, Que hoy os canta amor así. ¿Qué mandáis hacer de mí? Vuestra soy, pues me criastes, Vuestra, pues me redimistes, Vuestra, pues que me sufristes, Vuestra, pues que me llamastes, Vuestra, porque me esperastes, Vuestra, pues no me perdí. ¿Qué mandáis hacer de mí? ¿Qué mandáis, pues, buen Señor, Que haga tan vil criado? ¿Cuál oficio le habéis dado A este esclavo pecador? Veisme aquí, mi dulce Amor, Amor dulce, veisme aquí, ¿Qué mandáis hacer de mí? Veis aquí mi corazón, Yo le pongo en vuestra palma, Mi cuerpo, mi vida y alma, Mis entrañas y afición; Dulce Esposo y redención Pues por vuestra me ofrecí. ¿Qué mandáis hacer de mí? Dadme muerte, dadme vida: Dad salud o enfermedad, Honra o deshonra me dad, Dadme guerra o paz crecida, Flaqueza o fuerza cumplida, Que a todo digo que sí. ¿Qué queréis hacer de mí? Dadme riqueza o pobreza, Dad consuelo o desconsuelo, Dadme alegría o tristeza, Dadme infierno, o dadme cielo, Vida dulce, sol sin velo, Pues del todo me rendí. ¿Qué mandáis hacer de mí? Si queréis, dadme oración, Sí no, dadme sequedad, Si abundancia y devoción, Y si no esterilidad. Soberana Majestad, Sólo hallo paz aquí, ¿Qué mandáis hacer de mí? Dadme, pues, sabiduría, O por amor, ignorancia, Dadme años de abundancia, O de hambre y carestía; Dad tiniebla o claro día Revolvedme aquí o allí ¿Qué mandáis hacer de mí? Si queréis que esté holgando, Quiero por amor holgar. Si me mandáis trabajar, Morir quiero trabajando. Decid, ¿dónde, cómo y cuándo? Decid, dulce Amor, decid. ¿Qué mandáis hacer de mí? Dadme Calvario o Tabor, Desierto o tierra abundosa, Sea Job en el dolor, O Juan que al pecho reposa; Sea' viña frutuosa O estéril, si cumple así. ¿Qué mandáis hacer de mí? Sea Josef puesto en cadenas, O de Egito Adelantado, O David sufriendo penas, O ya David encumbrado, Sea Jonás anegado, O libertado de allí, ¿Qué mandáis hacer de mí? Esté callando o hablando, Haga fruto o no le haga, Muéstreme la Ley mi llaga, Goce de Evangelio blando; Esté penando o gozando, Sólo Vos en mí viví, ¿Qué mandáis hacer de mí? Vuestra soy, para Vos nací ¿Qué mandáis hacer de mí?
Si el amor que me tenéis, Dios mío, es como el que os tengo, Decidme: ¿en qué me detengo? O Vos, ¿en qué os detenéis? -Alma, ¿qué quieres de mí? -Dios mío, no más que verte. -Y ¿qué temes más de ti? -Lo que más temo es perderte. Un alma en Dios escondida ¿qué tiene que desear, sino amar y más amar, y en amor toda escondida tornarte de nuevo a amar? Un amor que ocupe os pido, Dios mío, mi alma os tenga, para hacer un dulce nido adonde más la convenga.
Nada te turbe; nada te espante; todo se pasa; Dios no se muda, la pacïencia todo lo alcanza. Quien a Dios tiene, nada le falta. Solo Dios basta. Eleva tu pensamiento, al cielo sube, por nada te acongojes, ''nada te turbe.'' A Jesucristo sigue con pecho grande, y, venga lo que venga, ''nada te espante.'' ¿Ves la gloria del mundo? Es gloria vana; nada tiene de estable, ''todo se pasa.'' Aspira a lo celeste, que siempre dura; fiel y rico en promesas, ''Dios no se muda.'' Ámala cual merece bondad inmensa; pero no hay amor fino ''sin la paciencia.'' Confianza y fe viva mantenga el alma, que quien cree y espera ''todo lo alcanza.'' Del infierno acosado aunque se viere, burlará sus furores ''quien a Dios tiene.'' Vénganle desamparos, cruces, desgracias; siendo Dios tu tesoro ''nada te falta.'' Id, pues, bienes del mundo; id dichas vanas; aunque todo lo pierda, ''sólo Dios basta.''
Si para recobrar lo recobrado tuve que haber perdido lo perdido si para conseguir lo conseguido tuve que soportar lo soportado. Si para estar ahora enamorada fue menester haber estado herida tengo por bien sufrido lo sufrido tengo por bien llorado lo llorado. Porque después de todo he comprendido que no se goza bien de lo gozado sino después de haberlo padecido. Porque después de todo he comprobado que lo que tiene el árbol de florido vive de lo que tiene sepultado.
Ya toda me entregué y dí,
y de tal suerte he trocado,
que mi Amado es para mí
y yo soy para mi Amado.
Cuando el dulce Cazador
me tiró y dejó herida,
en los brazos del amor
mi alma quedó rendida;
y, cobrando nueva vida,
de tal manera he trocado,
que mi Amado es para mí
y yo soy para mi Amado.
Hirióme con una flecha
enherbolada de amor,
y mi alma quedó hecha
una con su Criador;
Ya yo no quiero otro amor,
pues a mi Dios me he entregado,
y mi Amado es para mí
y yo soy para mi Amado.